El prÃncipe Bertil de Suecia y Lilian Davies Craig después del anuncio de su compromiso, octubre de 1976. Foto (c) Getty Images / Keystone. |
En diciembre de 1985, el prÃncipe Bertil y la princesa Lilian de Suecia, duque y duquesa de Halland, visitaron los Estados Unidos. Durante ese tiempo, la pareja real fue invitada por el Consejo Sueco-Americano del Gran Boston y el Consejo Sueco de América. Mientras descansaban en sus habitaciones del Hotel Westin, tanto el prÃncipe como la princesa dieron entrevistas por separado, en las que expresaron sentimientos casi idénticos, sobre su amor mutuo y su vida en común. Bertil y Lilian se habÃan casado nueve años antes, en 1976, después de haber iniciado una relación en 1943.
Princesa Lilian de Suecia. |
Princesa Lilian:
En una relación amorosa, el sentido del humor es importante. Hay que reÃrse de las presiones de la vida. En especial, hay que reÃrse de uno mismo.
La compañÃa es una de las cosas que ha hecho que nuestra relación sea más sólida. Siempre nos ha gustado hacer las mismas cosas. Damos largos paseos juntos. Me encanta la lealtad de mi marido hacia sus obligaciones, hacia su trabajo. Además, es un muy buen cocinero.
Nos casamos tarde. Demasiado tarde para tener hijos. Tuvimos que esperar mucho tiempo para casarnos. Lamento no haber tenido hijos. Pero ahora los hijos de la reina son como mis nietos. Lo compenso. Bueno, no del todo.
Durante muchos años no se nos permitió que nos vieran en público. Extrañaba estar con mi esposo. A veces sentÃa que no era agradable, pero de todos modos era agradable estar juntos. Eso hacÃa que la situación fuera menos tensa. Siempre estuvimos muy enamorados. Disfrutábamos cada momento que estábamos juntos.
El dÃa de mi boda fue el más feliz de mi vida. Estaba tan nerviosa como un gatito. TenÃa mariposas en el estómago. Cuando intercambiamos votos, tenÃa miedo de no recordar ni el nombre de mi marido. Llevaba un vestido azul pálido maravilloso.
Antes de nuestra boda, mi marido me preguntó: “¿Qué te pondrás en la cabeza? Ya tenemos cierta edad, asà que no puedes llevar tiara”. Se suponÃa que era un secreto, por mi aspecto, asà que le respondÃ: “Un sombrero”. Y él insistió: “¿Pero qué tipo de sombrero?”.
Pensé que estaba siendo demasiado curioso. No se iba a dejar intimidar. Asà que le dije que llevaba plumas en el pelo. Bueno, nunca olvidaré la mirada de asombro en su rostro. "¿Plumas?", dijo y se quedó en silencio. En realidad, llevaba un sombrero cubierto de plumas teñidas para combinar con mi vestido de novia. Entonces me dijo que era una novia hermosa.
My husband is an ordinary man. He doesn’t behave like a prince. When I have company, he helps me in the kitchen. We get dressed up for the job, like the Nobel Prize (award ceremonies), but as soon as we get home, we get into our favourite clothes: sweaters and trousers.
I’m a feminist. The first feminist decision I made was to live with the man I love. I chose to be with the prince. It was a long wait (marriage). But good things are worth waiting for, and my husband is a good man. Now I feel the challenge of our life is to do our job, to help the king and queen as much as we can.
Prince Bertil of Sweden in 1964. Photo by Bergne Porträttstudio AB. |
Prince Bertil:
I have always done my best to be a good prince. I have always had an agreeable life. I’m a prince, but I still like to do ordinary things, live an ordinary life. I am a very ordinary person.
We have a house on the outskirts of Stockholm. We have a house in the south of France. We live simply. My office is in the palace. There, I have a suite, a great room for great receptions. But it’s just part of the job.
I love the married life. I love my wife. She’s very sweet. Love is the most important aspect of anyone’s life. We’ve been together from the very first. The big regret I have is that I married late. We would have liked to have children.
All those years not being married wasn’t easy. But we were very lucky. The Swedish press was very understanding, touch wood! It’s really remarkable. I think they (the press) liked me. If they had wanted to be ruthless, they could have written badly about us and perhaps ruined our life. I asked them not to write about us at all, and they didn’t.
My wedding day was the happiest moment of my life. The first priority of our lives is that we always loved one another. We were comrades. We were friends. We helped each other. And all that loyalty still continues.
I was never bitter about not being able to marry. It was difficult for my father to give us permission to marry. I understand that. I had promised my father that I’d stay with him, to help him with his work. He was a wonderful man. I could talk to him about anything. Nothing every embarrassed him.
I performed my duties, and I waited. No, we waited 33 years. That’s a long time. But we were happy together, so it was not as bad as it may seem. We had a pleasant life. What was difficult was that she was not allowed to appear at my side in public. That hurt me. But what could I do? Somehow, we got used to it. Somehow. But she had courage. Now that the Swedish people know her, they love her. Even my father was kind to us. I know he liked her.
Ahora tengo 73 años. Sigo conduciendo un coche, pero no compito. Corrà en 1936. Me gustaba saber cómo se comportaba el motor bajo presión. Me gustaba saber cómo se comportaba yo bajo presión. Siempre he pensado que el deportista es un hombre feliz. Me encantan los deportes, cualquier tipo de deporte. Un deportista es competitivo. Me gusta la competición, especialmente a nivel olÃmpico. Los rivales están en guerra entre sÃ. Sin embargo, el espÃritu predominante es la unidad. Amo la unidad.
Llegué a los Estados Unidos por primera vez en 1938 para celebrar el 300 aniversario del primer desembarco de suecos en Wilmington, Delaware. Llegamos en barco. Mi padre enfermó. TenÃa problemas renales. Se puso muy enfermo. Me dijo: "Tienes que hacerte cargo".
Nunca habÃa pronunciado un discurso en mi vida. La perspectiva me dejó un tanto conmocionado y muy nervioso. Me pusieron delante de oradores profesionales de primer nivel, como el presidente Roosevelt. Era un gran desafÃo. Era algo que tenÃa que hacer. Asà que lo hice.
Nadie me tiró huevos podridos. Creo que ese fue mi verdadero comienzo, mi bautismo.
El prÃncipe Bertil y la princesa Lilian en 1995. Foto (c) Getty Images / James Andanson. |
El prÃncipe Bertil murió en 1997 a la edad de ochenta y cuatro años. La princesa Lilian falleció en 2013 a la edad de noventa y siete años. La pareja llevaba cincuenta y cuatro años junta y veintiuno casados. Están enterrados juntos en el Cementerio Real de Solna.
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